Caminan a la vez, en la misma dirección. Centran sus miradas, orientan el ritmo, al unisono y acompasado, en silencio. No necesitan expresarse, saben que esperar y, esperar no es nada. Palabras que no existen ni existirán, no hace falta. Aparentemente libres, pura esencia salvaje, protegida por ellos mismos. Sienten su libertad, su espacio cautivo, siguen su camino, siguen en compañía, eterna libertad.
Honras al emperador en el bimilenario de su muerte. Milenios de historia encerrada, restos de ruinas romanas que yacen junto a un monumento histórico nacional. Pasado que permanece en presente. Bullicio de gentes que van y vienen, un mercado que escenifica sus rutinas diarias. Escucha sus quejas, sus lamentos, sus esperanzas e ilusiones y los devuelve a su vida, día tras otro, sin pensar en su pasado sin soñar con su futuro, pero permaneciendo siempre en su presente.
Fuiste elegida, pero no te dieron oportunidad. Mientras consumes lentamente la llama de tu existencia, transcurre el tiempo, segundos, minutos y te apagarás. Como se apaga la vida, como se consume el silencio y un nuevo despertar.
Vaivenes de olvido, olvido sediento de esperanza. Espíritus que buscan sanar sus heridas y vuelven al mar en busca de refugio. Refugio de sentimientos apagados que buscan consuelo. Su luz te adentra cada vez más a un mundo desconocido que quieres explorar. Olas que regresan a una orilla expectante de nuevas motivaciones y espíritu de lucha. Ganas que no puedes permitir que se acallen, recuerdos que vuelven reposados, tranquilos, sin despertar sosiego. El mar calma, modifica estados de melancolía en nuevas melodías y permiten que las olas con su fuerza arrastre tus pensamientos y los devuelva a su hogar, donde reposan hasta agitarse de nuevo por errores que se repiten porque no han sido aprendidos.
